Crecí en un lugar donde levantabas la vista para ver aterrizar o despegar un avión cada cinco minutos. Por culpa del estruendo que hacían, tenías que interrumpir cualquier conversación durante unos momentos. Unos segundos pensando, mirando al cielo, viendo gente que va y que viene. Después bajabas la cabeza e intentabas volver a retomar el hilo mientras volvías a tu vida terrestre con la sensación de ver escaparse cosas. Quizás aceptamos la paralización demasiado pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario