jueves, 23 de octubre de 2008

Buenos días

Era la tercera mañana después de la brillante frase del hombre mediocre. Elvira durmió bien por tercera vez en mucho tiempo. A pesar de los veinte kilos de sobrepeso que lleva arrastrando desde el embarazo del mayor, se sintió ligera. Que Manolo no estaba lo sabía desde hacía siglos. El cabrón no estaba y encima pesaba. Los dos primeros despertares tras su partida (huida) fueron bruscos, mantenía una incertidumbre dentro de ella. Ese tercer despertar fue sereno y llegó la certeza. No, lo que la mantenía unida a él no era el amor ni ningún sucédaneo como el cariño, era lástima. Esa mujer gorda y libre por fin dejó de negárselo y lo dijo: "Qué pena, Manolo, qué pena me das". Se desnudó frente al espejo recreándose y se enamoró por primera vez. Hasta ese momento se había mirado y, extrañamente, no se había visto. Elvirita, como la llamaba su protector marido, se dio cuenta de que siempre fue mejor que él, decidió dejarlo estar y empezó a ser feliz.

4 comentarios:

MICH dijo...

bien hecho elvira!

Ele dijo...

Joe, te parece bien lo que hace toda la familia. Te devuelvo la tocada de culo.

SILVIA dijo...

Esa Elvira, esa Elvira, eh! eh!, esa Elvira, esa Elvira, eh! eh!...
Elvirita ha decidido, ser feliz y ponerse a tocar culos!!! jajaja

Ele dijo...

Elvira está fatal de lo suyo y mi tocada de culo al maromo este era por otra cosa, pero que sepas que me apropio tu frase y la pego aquí por si alguien no la vio en tu casa:"Si alguna vez la vida te da la espalda, tócale el culo"