domingo, 13 de febrero de 2011

Disociación

¿Quién no se acuerda de ser un niño y comenzar a dar vueltas sobre ti mismo, frenar en seco y disfrutar de un intenso mareo que te hacía sentirte fuera de todo? Cuanto más intentabas centrar tu atención en un punto, más se incrementaba la sensación de vértigo y más ajeno y absurdo era cuanto te rodeaba. Lo que sientes cuando tu alrededor te resulta extraño es un profundo desapego.

Algo parecido ocurre cuando repites mentalmente una palabra una y otra vez. Las primeras veces, el sonido, la escritura y la idea son lo mismo. Poco a poco se produce una disociación, hasta que no reconoces relación alguna entre esas tres cosas. Hay días en los que ocurre algo similar y no sabes muy bien por qué. Últimamente me pasa con las personas. Un comportamiento o una palabra hacen que mi idea de ellas se fragmente hasta dejar de reconocerlas. Encajar los pedazos no suele ser fácil y mucho menos si crees que has perdido algunas piezas del puzzle.

Perdonen el drama. Es que me pongo muy histérica cuando no entiendo las cosas.

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