jueves, 30 de septiembre de 2010

Entero

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.  Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura:  "No se le quebrará hueso alguno"
 Juan (19:31 a 36)
Al final todo es una cuestión estética. Unas piernas rotas, un crujido de huesos o un grito de dolor pueden fastidiar cualquier historia.

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