miércoles, 19 de agosto de 2009

Las vacaciones de Manuel


Posiblemente no os acordéis de mi amigo Manuel. Era aquel chico que cuando tenía que elegir se quedaba más inquieto por lo que no había escogido que contento por tener aquello por lo que había optado. Después de la rebelión de su padre y la emancipación de su madre pensó que lo mejor que podía hacer era olvidarse de sus coqueteos con chicas orientales y centrarse en su novia que, al fin y al cabo, era quien le soportaba pacientemente cada día y le daba tranquilidad cuando la precisaba e intensidad cuando el cuerpo le pedía fiesta. Hace unos meses que Manu es un novio ejemplar. Un día me lo encontré cuando bajaba del autobús y me propuso sentarnos en una terracita con una cerveza fría para ponernos al día de nuestros avances o retrocesos vitales. Me puso al corriente de su renovada pasión por su pareja y nos reímos bastante de historias pasadas. Estaba sorprendida de verle centrado y feliz al mismo tiempo, ya que en su caso nunca estos adjetivos suelen coincidir en una misma frase.

Hoy he recibido una llamada suya. Oficialmente me llamaba para felicitarme por mi santo. Ahí ya me he puesto en alerta porque a mí nadie me felicita este día, más que nada porque mi onomástica no es un día señalado y además está demasiado próximo a mi cumpleaños. Así que le agradecido amablemente que se acordara y después directamente le he preguntado qué le pasaba. Normalmente no se llama a los amigos cuando uno está con su pareja en plenas vacaciones románticas. Como es habitual en estos casos en que te preguntan de manera poco sutil, me ha contestado: "Nada". Los "nada" como respuesta suelen acarrear una larga conversación, de modo que he ido a servirme algo de beber, he encendido un cigarro, me he sentado y le he dicho que ya podía ir soltando lo que fuera.

Para no extenderme mucho iré al grano. El tío estaba absolutamente confuso. Sonia, su chica, se había vuelto distante, un tanto fría quizás. Dicen que donde hay confianza da asco y, para hacer trabajar al refrán, sin andarme con rodeos le he preguntado si estaba así porque lo tenía en dique seco, bah, honestamente la frase ha sido: "¿Qué pasa? ¿La niña te tiene sin mojar?" En ese momento va y se me pone a llorar. Entre sorbida de mocos y suspiro le he podido entender que no era eso y que, en realidad, si pensaba en lo que es justo, se lo merecía. El siempre ha sido peculiar en su relación, por no decir un cabrón redomado y ahora, estando en el otro lado se sentía por un lado un desgraciado y por otro, a lo mejor porque recibió una educación católica, tenía la sensación de estar soportando el castigo por su comportamiento anterior. Me saca de quicio esa actitud de resignación cristiana. Por supuesto que es justo que reciba su merecido por las veces que ha hecho que ella se sintiera despreciada, pero como no creo en purgatorios ni en penitencias que llevan al cielo, le he pedido que haga ya mismo las maletas y mañana me lo saco de fiesta y, con suerte él se lleva a casa una oriental mona para pasar la noche y yo algún tío que no sea medio gilipollas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"actitud de resignación cristiana", me encanta.

Ele dijo...

¿Tú sabes hacerlo? Porque yo no.