domingo, 17 de agosto de 2008

Sandalias



Haciendo limpieza, el mes pasado encontré unas sandalias que use durante un poco tiempo porque me rozaban y ya casi me había olvidado de que estaba ahí. Resistí la tentación de probármelas en ese momento, pero días después me dije: "¿por qué no? si pegan con mi bolso nuevo." Me sorprendí bastante cuando vi que ya no me hacían daño y que podía caminar horas con ellas cómodamente.

Anoche estaba sentada en una terracita luciendo mis reencontradas sandalias y empecé a observarlas. Cómodas, sí, aunque creo que no son lo que se lleva este año. Me da una pena terrible guardarlas otra vez en la caja porque al final les he acabado cogiendo cariño. Hoy posiblemente me las ponga otra vez, mañana quién sabe. La próxima semana seguramente vuelvan al armario donde estaban y me dolerá, como siempre.

La canción tiene poco que ver con el resto (me apetecía) y la foto es malísima. Hoy no doy más. Se siente.

4 comentarios:

MICH dijo...

que bárbaro esto de que se cumple la ley del eterno retorno de lo igual aún hasta en las cuestiones más pedestres.

Ele dijo...

Sí, me empieza a tocar las narices que se cumpla tan puntualmente. Y me la voy a cargar ahora mismo con una frase estúpida: que este retorno en concreto no se me eternice.

Manón dijo...

bueno, pero no retornaron igual, retornaron sin dolor: algo cambió, sus pies o su forma de andar y por eso también cambiaron las sandalias (acá decimos "voy a domar los zapatos nuevos" cada vez que emprendemos una caminata estrenando tamangos).

en fin, el próximo reencuentro tampoco será el mismo.

Ele dijo...

Mmm... pensé en lo que los pies no eran los mismos y puede ir por ahí la cosa. O quizás sea que lo de domar zapatos tiene su encanto (aquí se dice igual). Por cierto, los de tu foto parecen para bailar.